Los alimentos contienen cantidades desiguales de nutrientes. Las carnes destacan por el contenido proteico y de hierro; los pescados, por sus ácidos grasos omega-3; las verduras de hoja verde, por su contenido en folatos y magnesio; y las frutas, por su aporte de vitamina C, folatos y potasio. En la leche sobresale el calcio y la vitamina D, mientras que en los aceites vegetales (como el de oliva y girasol) y en los frutos secos es reseñable la cantidad de vitamina E. Nuestro organismo necesita más de cuarenta nutrientes cada día para regular el metabolismo, una cantidad y variedad que no puede ofrecer un único grupo de alimentos.
La mejor fórmula para obtener la energía necesaria y todos los nutrientes que precisa el organismo es seguir una dieta variada, tanto en cantidad como en tipo de alimentos y frecuencia de consumo. Esta es una razón más que suficiente para evitar una modalidad dietética centrada en el consumo exclusivo de un grupo de alimentos, por muy sanos que estos sean, como es el caso de las frutas.
Estas conforman un variado y colorido grupo de alimentos considerados indispensables e insustituibles en el contexto de una dieta saludable y equilibrada.
Ocupan un lugar destacado en la Pirámide de la Alimentación Saludable y diversos organismos de salud y nutrición han marcado objetivos de consumo saludable: dos o tres frutas diarias, o el equivalente en suma con verduras y hortalizas, hasta alcanzar 400 gramos cada día. Pese a ello, seguir una dieta a base de fruta no está justificado desde la óptica dietética y nutricional por dos razones principales:
1.Como fuente energética, se ingieren solo azúcares rápidos (fructosa o glucosa), que en determinadas circunstancias de salud y enfermedad pueden resultar contraproducentes, como en el caso de padecer diabetes, hipertrigliceridemia, tendencia a mareos y vahídos por hipoglucemia, altibajos emocionales, esfuerzo físico o intelectual intenso, etc.
2.Faltan nutrientes esenciales. En resumen, el compendio nutricional de las frutas es:
Agua como elemento principal (80-90%).
Azúcares de absorción rápida (fructosa, glucosa).
Fibra soluble e insoluble.
Cantidades apreciables de potasio, modestas de magnesio y escasas de calcio.
Hierro y zinc.
Vitamina A y carotenos.
Vitamina C y folatos.
Multitud de antioxidantes que tienen también la función de actuar como colorantes de las frutas (licopeno, beta-caroteno, antocianinas, etc).
Sin embargo, las frutas carecen de nutrientes esenciales como las proteínas de alto valor biológico y los lípidos. Entre ellos, los ácidos grasos esenciales, con funciones clave en la regeneración, recuperación o crecimiento de los tejidos, en la formación y funcionamiento de hormonas, anticuerpos, neurotransmisores, enzimas, funcionalidad y elasticidad de las membranas celulares.
El azúcar natural de la fruta es la fructosa. Es el predominante en la mayoría de ellas y el que marca el delicioso y esperado sabor dulce cuando están maduras. Pero la fructosa es un nutriente que está en el punto de mira. Su elevado, incluso exagerado, uso como aditivo endulzante (por lo general proveniente del maíz) en los alimentos procesados ha llevado a comprobar en distintas investigaciones que este es un componente pernicioso en determinados casos: desde la obesidad y el control del peso hasta el daño hepático, al favorecer los depósitos de grasa en el hígado, o el daño coronario, al alterar los lípidos plasmáticos (aumento de los triglicéridos y del colesterol «malo» o LDL).
Aunque en el auge de estas patologías parece tener una influencia notable el elevado y creciente consumo de productos procesados edulcorados con fructosa, con relación a la fruta, también fuente de fructosa, es menos aconsejable tomar zumos de fruta que la fruta entera. Hay estudios en humanos que indican que la fructosa es más perjudicial cuando se toma como líquido, bien en bebidas azucaradas con fructosa o en zumos de frutas. Cuando se toma la fruta de forma sólida se ingiere también fibra, que modula la absorción de los azúcares y ayuda a una mejor metabolización de los nutrientes.
No es lo mismo seguir una dieta a base de frutas durante varios días o una temporada, que hacer una «cura» o una limpieza y comer solo fruta durante uno o dos días. En este segundo supuesto, se consigue un efecto depurativo, desintoxicante, descongestionante y diurético.
Para ello se ha de escoger el momento idóneo, que coincide con días relajados y tranquilos, en los que no se precisen esfuerzos físicos ni mentales importantes. Esta elección dietética puede ser interesante cuando se ha seguido durante una temporada o varios días una dieta desequilibrada y excesiva, con comilonas y celebraciones, se ha ingerido demasiado alcohol, se ha fumado en exceso o los menús han sido a base de comida rápida o demasiado contundentes y ricos en grasas y azúcares. En estos casos, el organismo se siente intoxicado y necesita un aporte mayor de agua, elementos diuréticos y antioxidantes que favorezcan la depuración, unas condiciones que reúne la fruta.
Al seguir uno o dos días este planteamiento de comer solo fruta, no tienen porqué notarse efectos desagradables, aunque pueden sentirse síntomas pasajeros relacionados con el bajo aporte energético o con el propio proceso depurativo: falta de energía, sensación de mareo, falta de fuerzas, dolor de cabeza, etc. Por ello es importante contar con el asesoramiento y el apoyo de un dietista-nutricionista. Además, si se tiene alguna patología, no se recomienda tomar solo fruta ni siquiera un día, si no hay consentimiento médico expreso.